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¿Para qué construir si no sabemos habitar? -Hablando de Heidegger-.

  • Foto del escritor: Patricia Vera Paparoni
    Patricia Vera Paparoni
  • 31 oct 2016
  • 3 Min. de lectura

Son sólo unas de las tantas preguntas que se pueden cuestionar a partir de la esencia de alguna de ellas.


Si bien es cierto que se empieza a partir de un par de preguntas polémicas, es totalmente admisible reconocer que en la esencia del habitar se encuentra todo eso necesario para percibir de manera cognitiva todo aquello que nos rodea en lo cotidiano.


Para habitar se debe primero construir, pero se sabe también que el construir es en sí el habitar, que un lugar se define por una serie de elementos construidos que dará pie a la esencia misma del habitar. Se sabe que un espacio no está definido sino que por un límite construido, que si bien ese ‘lugar’ concede una esencia misma por haber sido construido, entonces se habita; se habita la esencia, el lugar y el espacio, todo concedido como uno solo y a la vez como una serie de elementos que tienen un significado en conjunto.

Tal es el caso de la cuaternidad, aquella que especifica los cuatro elementos como la esencia misma de la vida; el cuatro como premisa lógica de todo juicio de totalidad.

“Cuando, por ejemplo, se quiere caracterizar la totalidad del horizonte, se nombran los cuatro puntos cardinales”. Es a ésto a lo que se refiere la cuaternidad, siempre se percibe la existencia de cuatro elementos, cuatro cualidades primitivas, la esencia de la vida a razón de cuatro principales naturalezas que conllevan al significado de habitar en sí y saber construir para la humanidad.


Para comprender el hecho de habitar, se debe entonces empezar primero por construir; un espacio que no está definido sino por su propia naturaleza de elemento intangible, debe ser procesado y convertido en un elemento tangible, un par de articulaciones e intervenciones que lo lleven a ser ese ‘lugar’ que se busca a partir de la premisa de los cuatro elementos: la tierra, el cielo, los divinos y los mortales. Es esto entonces el foco que se indaga por medio de factores contenidos en un solo esquema, y que por consiguiente nos hará crear un elemento tangible y habitable.


¿Pero es entonces imposible habitar lo intangible? Si bien nos enfocamos en la connotación arquitectónica de Rogelio Salmona, uno de los grandes arquitectos que concebían el espacio como la esencia del lugar, se puede concluir que para habitar se debe poseer un lugar, y por consiguiente se debe haber construido anteriormente. Que un espacio no es un lugar sin una edificación, pero que la edificación misma está dada por una construcción donde se habita, se mora y se vive.


Bien lo decía Heidegger -filósofo alemán- en su texto ‘Construir, habitar, pensar’; que el morar es ilimitado, pues se crea a partir de las experiencias vividas de cada uno, pues si bien un estudiante puede morar tanto en su lugar de estudio, también puede hacerlo en el bus que lo lleva de regreso a su hogar, -donde posiblemente more-; por otro lado, la esencia de habitar sólo se logra a través de la transformación de un espacio intangible en un lugar, ese espacio que evoluciona y cobra su esencia misma a través de una construcción que le da vida y a su vez limita el entorno, dándole así una razón de ser al espacio intangible –que es el que se habita- dentro de un espacio construido –que se habita por medio de la construcción y connotación personal que pueda tener en cada uno-.


Heidegger a su vez hacía hincapié en el habitar como factor fenomenológico contundente en la vida de cada uno, pero a su vez se dice que “el camino de la fenomenología lo hace el fenomenólogo y muy probablemente ni él sepa con absoluta certeza a dónde vaya a parar”… es decir, que si bien el habitar es un factor que se puede crear por medio de las manifestaciones que se nos presenten y de cómo las concebimos, termina siendo también algo intuitivo que pernota en el tiempo desde la construcción del lugar en un espacio intangible.

Se sugiere además, que el carácter particular de la pregunta por el ser sólo saldrá plenamente a la luz cuando se le haya delimitado suficientemente en su función, en su intención y en sus motivos.


La clave está en ir a las cosas mismas, curiosear por la esencia misma de las cosas y no por uno de los entes involucrados.

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 SINERGIAS ENTRE ARQUITECTURA Y CINE
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